Secularismo

"¡Ay de ustedes, que llaman bueno a lo malo, y malo a lo bueno; que convierten la luz en oscuridad, y la oscuridad en luz; que convierten lo amargo en dulce, y lo dulce en amargo!" (Isaías 5:20).
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Los pastores no tenemos muchas oportunidades de escuchar sermones, especialmente, si hay algunos como en mi caso que nos toca predicar casi todas las semanas en distintos lugares.

Por otro lado, cuando llegamos a escuchar una predicación solemos ser críticos con lo que se dice, por la tendencia a examinar los argumentos y los temas tratados.

Por esa razón, cuando llegamos a ser bendecidos con una buena predicación nos sentimos impactados, tal es mi caso. Esta semana he tenido la oportunidad de escuchar dos hermosos temas,
uno predicado en la televisión y otro escuchado en la iglesia. Doy gracias a Dios porque podemos aún ser ministrados por personas que se han dado el trabajo de escudriñar la Palabra para traspasarnos la vida que ella contiene.

Hoy quedé impresionado por la constatación una vez más de la necesidad de volver a las raíces... al evangelio puro... a la Palabra sin atavismos... a la más pura agua de vida contenida en el evangelio.

El secularismo nos está ahogando, al grado de que muchos cristianos llaman bueno a lo malo, y malo a lo bueno. Es el mundo al revés. El absurdo convertido en práctica común.

El mayor peligro del cristianismo contemporáneo no es la carencia, sino la abundancia.... lindos templos, prestigio, comodidad, un buen perfil... todo lo que hace un aburguesamiento de la religión, de acomodo gelatinoso a la realidad circundante.

Necesitamos cristianos de verdad convertidos y dispuestos a defender, aún con su vida, las creencias que modelan su existencia.

Cristianos que no teman llamar al mal por su nombre, sin temer a parecer "políticamente incorrectos". Que sean capaces de separar el tamo de la cizaña con valentía y entendiendo que siempre es más cómodo quedarse en el anonimato, entre la gente que no dice nada, pero con su actitud, permite todo.

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