Religión, intolerancia y prejuicio


Fanáticos musulmanes
Hay elementos que aislados son inofensivos, o, no producen mucho daño. Sin embargo, unidos a otros son verdaderamente explosivos.

La pólvora –por ejemplo– está compuesta en un 75% de nitrato potásico, un 15% de carbón y un 10% de azufre aproximadamente. El nitrato de potasio o más conocido como salitre tiene importancia comercial como fertilizante y conservante alimenticio, para fabricar vidrio, y en algunas medicinas como diurético. Es en general, un agente altamente beneficioso especialmente en la agricultura. Para qué decir del carbón que muchos lo conocen como un combustible sólido de origen vegetal útil en muchas industrias. El azufre es un elemento no metálico, insípido, inodoro, de color amarillo pálido. Su utilización es variada desde la fabricación de substancias medicinales (sulfamidas) y hasta fósforo, caucho y tintes.



Cada uno de esos elementos resultan útiles e inofensivos en ciertos aspectos. Bien controlados funcionan de una manera adecuada. Sin embargo, cuando se los combina en las proporciones adecuadas se convierten en un peligroso explosivo cuya utilización tiene consecuencias nefastas.

Del mismo modo, religión, intolerancia y prejuicio suelen ser elementos inofensivos en algunos casos o al menos controlables, sin embargo, cuando se mezclan sus consecuencias son explosivas y sus resultados desastrosos.

Religión

Por definición la religión pretende volver a recuperar un estado idílico de paz. Es –como decía Cicerón– el volver a unir al ser humano con la divinidad.

La mayoría de las religiones mundiales –Budismo, Confucionismo, Taoismo, Sintoismo, Hinduismo, Cristianismo e Islamismo– tienen un componente básico de búsqueda de la paz y la armonía del ser humano con su mundo interior y sus semejantes.

Es verdad que a lo largo de la historia humana muchas veces la religión ha sido confundida y fundida con la violencia y la opresión. Basta de ejemplo lo que sucedió en nuestra América con la llegada de los pueblos conquistadores antes de que surgieran las naciones tal como las conocemos hoy. Sin embargo, dichas situaciones han de ser atribuidas a la distorsión de la religión y no a los ideales de la misma.

Aún recuerdo la impresión que me dejó la visita que hice al Museo de la Inquisición en Lima, Perú. En realidad, es un cuadro vivo del horror. Lo más lamentable es que aquella atrocidad fue realizada en nombre del amor y de la religión cristiana.

Sí, muchas veces la religión ha servido para justificar el poder. De hecho, a lo largo de la historia ciertamente el mejor agente legitimador del poder ha sido la religión. No obstante, ese no ha sido el rol de la religión por definición y principio.

El Islamismo, el Judaísmo y el Cristianismo comparten la misma historia inicial común. Abraham es un personaje fundamental en la comprensión teológica de las tres religiones. Las tres religiones tienen como fin lograr que los seres humanos lleguen a lograr su máximo potencial como criaturas que por definición se logra en el contacto estrecho con la divinidad (llámese Ala, Jehová o Dios).

La religión no es para traer guerra, confrontación, dolor ni opresión. El fin es traer paz, felicidad y plenitud a la raza humana.

Intolerancia

Por su parte, la intolerancia se ha ido expandiendo por el mundo como una epidemia. A lo largo de la historia humana ha habido momentos de mayor o menor intolerancia. No obstante, lo paradojal de los días que nos toca vivir es que tenemos una apertura como nunca antes en un sin fin de temas, pero, en otros mantenemos un nivel de intolerancia que nos acerca a lo más oscuro de la Edad Media.

Persiste en muchas mentes la idea que la única forma de garantizar la paz a escala mundial es el control férreo de las decisiones más mínimas de las personas. Es en muchos aspectos como revivir las peores pesadillas de George Orwell reseñadas en su libro 1984 y llevadas al cine en la película Brazil. Un mundo donde exista una policía mundial y un control de los más mínimos aspectos del ser humano.

Nos hemos estremecido al leer las atrocidades que ha nombre de la religión han realizado unos millares de hombres musulmanes en Afganistán desde 1996. Hemos observado con horror como por las más mínimas transgresiones a las normas de la “religión” han masacrado, torturado o lacerado a miles de afganos. Los Talibanes –que en español se traduciría “estudiantes”– controlaron Afganistán con la excusa de implantar en el país un gobierno musulmán integrista que rescate la verdadera esencia del Islamismo.

Sin embargo, aunque solemos mirar con desdén a estas personas por la forma de tratar a otros por una supuesta búsqueda de pureza religiosa, la realidad es que en diversas partes del mundo se viven situaciones de intolerancia política, social y religiosa de índole similar, porque aunque cambien los escenarios y los actores, el fondo del libreto sigue siendo el mismo: Hacer a un lado a quien no piensa ni actúa del mismo modo que yo lo hago.

El tristemente célebre Ku Klux Klan creado en 1865 en los estados sureños de EE.UU. que cree en la superioridad blanca y arremete contra personas de la raza negra y de las religiones católicas y protestantes no se diferencia en el fondo de sus intenciones de grupos terroristas más radicales como el Sendero Luminoso en Perú, la Fracción del Ejército Rojo en Alemania, o la ETA en España y de los millares de grupos radicales difundidos por todo el mundo.


Seguidores del Ku Klux Klan
La frontera que separa a la intolerancia del asesinato y la tortura es muy sutil. Lo extraño es que algunos son capaces de ser buenos padres de familia amorosos y cariñosos y por otro lado torturar, asesinar y maltratar a otros simplemente porque piensan distinto a ellos.

La intolerancia es la excusa de quienes no están dispuestos a analizar sus preceptos de vida ni desean convivir con personas que no piensen del mismo modo. Dios piensa de modo diferente a muchos seres humanos, pero, los tolera entendiendo que imponer es arbitrariedad y eso es en el fondo una injusticia. Dios persuade no disuade. Las palabras se parecen, pero los hechos son distintos totalmente.

Prejuicio

Cuando era niño recuerdo bien que ninguno quería ser indio. La razón era que en todas las películas de vaqueros que veíamos los indios eran los malos. Siempre hacían atrocidades. Aplaudíamos cuando llegaba la caballería con la bandera flameante para poner orden y matar a los indios que se atrevían a desafiarles.

Siendo adolescente recuerdo que de pronto los malos de la película eran los alemanes y los orientales. Cerca de mi casa vivían dos familias chinas. Una de ellas dueña de un almacen. Me gustaba ir porque usaban un ábaco para contar y siempre me llamaba la atención la agilidad con que lo movían. Sin embargo, los mirábamos con sospecha, eran chinos y ¿qué se podía esperar de ellos?

Más grande, ya universitario y viviendo en un país asolado por una dictadura de facto se me enseñó a sospechar de los rusos, cubanos y cualquiera que se llamara a sí mismo comunista. En realidad, todo aquel que fuera, pareciera o se rumorease que era de izquierda era visto con sospecha.


Jefes Sioux
Hoy en día, el espectro cambió. Los sospechosos de hoy son árabes. Todo lo que suene a musulmán es visto con un dejo de miedo.

Esos maniqueísmos nuestros que hacen que la gente sea vista con sospecha por su color de piel, el país de procedencia, las ideologías que sustenta, o el sexo que tenga en el fondo no nos permiten crecer como seres humanos y nos mantienen permanentemente unidos a un lastre que no nos permite alcanzar una mayor plenitud como humanos.





Conclusión

Nadie es malo o bueno por el color de piel, la raza, el país de procedencia y ni siquiera por los conceptos que ha adquirido. Las personas no deberían ser medidos por esos factores.

El equilibrio que enseñó Jesús fue tratar a las personas como personas, que no es otra cosa que reconocer en cada ser humano un ser creado a imagen de Dios y con propósitos eternos para sus vidas.

Los que sustentan una religión –sea occidental u oriental– le hacen un flaco favor a sus convicciones cuando dicen con sus acciones algo muy distinto a lo que sustentan sus fundadores. Si hoy reviviera Abraham ¿reconocería el Judaísmo?, si volviera Mahoma hasta las calles de Medina, ¿entendería en qué se han convertido sus seguidores? Si Cristo caminara hasta tu casa, ¿te reconocería como su seguidor?

Si a una religión distorsionada le agregamos una cuota de intolerancia y esta es sazonada con una gran dosis de prejuicios entonces tenemos lo que hoy vemos con horror: Muertes, terrorismo, sospecha, asesinatos, mutilaciones, desconfianza, crisis, desolación, desesperanza, refugiados, torturados, y podríamos repetir cientos de palabras que no alcanzarían para describir el horror de lo que se hace a nombre de la religión que se ha prostituido con la intolerancia y el prejuicio.

Las Torres Gemelas son una explosión visual del horror que se ha venido viviendo durante siglos a lo largo y ancho de nuestro mundo que aún no ha aprendido a vivir con otros que piensan de manera distinta y sienten a Dios de un modo diferente.

Cristo caminó por las calles de Jerusalén y fue crucificado por una multitud que no podía entender que un carpintero pudiese enseñarles y un varón de Nazareth al que habían visto crecer pudiese venir a decirles que había otra forma distinta de vivir. El mejor modo de eliminar la presión que aquel desconocido provocaba a sus prejuicios acendrados era sacarlo de en medio de la única forma que se cree posible erradicar la verdad, con la muerte. ¿No les parece conocida la historia a la luz de hoy?

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