El desarrollo vital y las experiencias tempranas

Las experiencias tempranas son aquellas experiencias vitales que tuvimos en el periodo que va desde el nacimiento hasta más o menos los siete años de edad. Aquella época de nuestra vida marcó lo que seríamos definitivamente en nuestra vida posterior.

Algo similar plantea la Biblia en otros términos diciéndonos: “Dale buena educación al niño de hoy, y el viejo de mañana jamás la abandonara” (Prov 22:6). Las experiencias tempranas, si bien no son determinantes, crean condiciones que hacen que las personas tengan inclinaciones, tendencias, recuerdos, y otras conductas que de un modo u otro influyen en lo que serán en el futuro.

Hace algún tiempo la televisión ―en procura de impedir el abuso y maltrato infantil― ha venido mostrando que hay maneras sutiles de castigar o condicionar negativamente a un niño. Si sucesivamente le estoy diciendo que no sirve para nada, que no tiene habilidades, que no va a poder realizar nada decentemente, etc. Sin duda, eso efectuará lo que ese niño será en el futuro.
Dos hermanas, muy bonitas entre ellas, quienes desde muy pequeñas fueron calificadas por sus padres de manera distinta. Alguna vez le preguntaron a ambas que serían de grande, una de ellas la menor dijo, seré profesora y la otra, la mayor, simplemente con un aire de descuido dijo: niña de la calle. Con el tiempo eso se convirtió en una broma familiar que poco a poco fue tomándose en serio. Al punto, que sus padres no dudaron que la menor sería profesional y la mayor nunca lograría nada. Así que cuando les preguntaban a esos padres que creían respecto a sus hijas sucesivamente respondían: la menor va a ser profesora, o profesional, y la mayor no creemos que llegue muy lejos. Han pasado los años, y esa profecía autocumplida se ha verificado con total exactitud, una de ellas, la menor es profesora, y la otra, la mayor, nunca ha logrado nada importante en su vida. Tiene un hogar mal conformado, ha sufrido una serie sistemática de humillaciones y paulatinamente se ha ido convenciendo que nunca será nada en la vida.

Digámosles “tonto” sistemáticamente a un niño, y cuando sea adulto, no importa qué capacidad intelectual tenga esa persona se sentirá incapaz.

Otras dos hermanas, con una experiencia similar a la anterior. Conocí a una de ellas, una mujer muy hermosa, e inteligente, sin embargo, anoréxica y con tendencia a depresiones suicidas. Al principio pensé que aquello sería un problema de tipo físico, sin embargo, poco a poco fui armando un esquema distinto. Su madre siempre había preferido a la hermana mayor. Una mujer también muy hermosa, sin embargo, rubia, la otra hermana era blanca, pero de pelo oscuro, en los esquemas mentales de la madre belleza era sinónimo de ser rubia, así que siempre consideró a una hija bonita y a otra fea, y así las trató. Cuando yo conocí aquella joven, su hermana ―la hermosa según la madre― acababa de ganar un concurso importante de belleza. Esta joven siempre compitió para poder ganar un lugar en la vida de su madre, así que destacó en el ámbito intelectual, porque no creía tener competencia en el aspecto físico, aunque muy hermosa, se consideraba la mujer más fea de la tierra. Lamentablemente la madre no reaccionó ni siquiera cuando su hija anoréxica se convirtió en drogadicta.
Nuestras conductas adultas condicionan las conductas futuras de nuestros niños. Incluso en el concepto que desarrollamos de Dios.
Los recuerdos penosos son integrados como parte de la realidad y tendemos a imaginarnos que la realidad es así como nosotros la hemos vivido. Con la joven de la historia anterior, tuve muchas dificultades para hablarle de un Dios perdonador, amante y respetuoso de nuestra dignidad particular como ser humano, simplemente para ella Dios estaba investido, de características similares a los que conocía de su madre: Arbitrariedad, acepción de personas, segregación, favoritismo, etc.

La tragedia verdadera de los recuerdos traumáticos no es simplemente el dolor intenso que sentimos a causa de ellos y el poderoso empuje del pasado que se agita en nuestro interior. Esto es debido a que, por causa del dolor y el empuje, hemos aprendido métodos falsos de hacer frente a las situaciones de la vida, y maneras equivocadas de relacionarnos con las personas, hasta el punto de que éstas pasan a ser la base de la pautas de nuestra personalidad: nuestra manera de vivir”.

Esto significa que el pasado, especialmente el de nuestras experiencia tempranas en nuestra vida, está en nosotros presente querámoslo o no. Está condicionando lo que somos y lo que seremos.

¿Es esto determinante? No, no lo es, sin embargo, es necesario encontrar ayuda que nos permita reelaborar las experiencias que tuvimos, incluso es preciso enfrentarnos a aquellos problemas no resueltos que de un modo u otro condicionan nuestra vida.

Las experiencias tempranas de nuestras vidas condicionan nuestra vida totalmente. Somos lo que somos, en alto grado determinados por lo que ha sido nuestra experiencia temprana. Eso es para tomar esa etapa con mucho cuidado, en el caso de los padres, y poner atención a lo que fue nuestra experiencia temprana porque allí están las claves para entender lo que somos hoy como adultos.


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