Neutralidad: una utopía escapista

Dante Allighieri, en La divina comedia dice que: “Los niveles más bajos del infierno están reservados para aquellos que, en tiempos de crisis moral, se mantienen neutrales”.

La mayoría de los cobardes se declaran neutrales.

No creo en la neutralidad. Creo que no existe. El único que puede ser objetivamente neutral es Dios y lejos de nosotros está el serlo.

Nací en Latinoamérica, un continente sembrado de miedos. He escuchado de más muertes y abusos de los que hubiese querido. Pero, así es el lugar donde me tocó nacer, lamentablemente.

No quiero exculpar a nadie, pero, la mayoría de las personas prefiere creer que hay cosas que nunca les ocurrirán a ellas. Solemos parapetarnos en los prejuicios propios de países marcados por ideologías extremas, tanto de derechas como de izquierdas.

La realidad es que de un modo u otro, con nuestras actitudes modelamos los medios ambientes en que estamos. Por omisión o transgresión nos hacemos culpables del entorno que nos toca vivir.

Es más fácil hacer la vista gorda que comprometerse. De hecho, el mundo está en la condición en que está porque hay demasiadas personas que simplemente han caído en un juego de conveniencias y sólo hacen lo que es “políticamente correcto”, aunque eso implique transigir sus principios y convertirse en espantapájaros vacíos de vida. Sólo espantan, pero no viven.

La neutralidad suele ser el refugio de quienes no tienen columna vertebral ni la suficiente valentía para marcar un rumbo en este mundo.

Es verdad que ser neutral nos salva de situaciones riesgosas y no nos exponemos a la situación de vernos involucrados en circunstancias desagradables. No obstante, vivir de ese modo no es muy distinto al modo de ser de una ameba o de una lombriz.

Lo que define al ser humano es la integridad de su conciencia. La capacidad que tiene de vivir y morir por sus ideales.

Hay muchas personas que piensan distinto a mí, pero, de algunos suelo admirar la fuerza de sus convicciones, más allá que las comparta o no.

Siempre es admirable una persona que es capaz de defender sus creencias contra viento y marea. Un individuo que se deja llevar por cualquier presión es simplemente un proyecto de humano. La verdadera fibra humana se demuestra cuando somos capaces de defender nuestras convicciones más profundas, aunque eso implique ser impopular o no ganar las próximas elecciones.

Detesto profundamente la política, especialmente en el ámbito religioso. Me produce escozor la actitud de aquel que simplemente te sonríe, cuando en realidad, quisiera ladrarte. Creo que no vivir conforme a principios y valores férreos convierte a los seres humanos en personas incapaces de trazar un sendero pleno para sus vidas.

No me importa equivocarme... eso es parte de la vida. Me entristecería mucho dejar de expresar lo que siento por temor al rechazo. Me heriría tener que callar cuando correspondiera hablar. Me hundiría tener que bajar la vista cuando debo levantarla. Espero estar de parte de la justicia aunque eso signifique arriesgarlo todo. Ser conocido por la fuerza de mis convicciones y la valentía para vivirlas.

Es más fácil hablar de principios que vivirlos. De los primeros está lleno este mundo, de los segundos, cada vez nos hacen falta más personas. El valor más escaso en el mundo que vivimos es la integridad a la propia conciencia. No vender la vida por un aplauso pasajero ni por el voto de personas que poco o nada se interesan por ser íntegros. La vida es demasiado corta para desperdiciarla en sonreír a cambio de un plato de aprobación momentánea. Nunca olvido que los mismos que gritaron ¡crucifícale! el día anterior gritaban ¡hossana!

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

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