Campeones de la vida

Hay una antigua canción del cantante argentino Alejandro Lerner titulada “Campeones de la vida”, algunos de sus versos dicen:



“Aunque no me sienta bien,
aunque el tiempo pegue fuerte,
sé que voy a estar de pie.
Hierba buena nunca muere,
no se cansa de pelear,
aunque llueva, nieve, o truene
te tenés que levantar.

Aunque no hayan navidades
a la hora de la fe
cuando la campana suene
sé que voy a estar de pie”.

Anoche la escuché nuevamente. Son versos de esperanza. Que nos muestran que lo mejor de los campeones no son las victorias sino que aprenden a sobreponerse a las derrotas, se vuelven a poner de pie. Sólo es derrotado el que lo permite, el que cae bajo el peso de las circunstancias y se deja aplastar.

El granito más fuerte no lo vence más que la constancia de una gota de agua que cae vez tras vez sobre la misma superficie hasta que esta se quiebra.

Siempre habrá circunstancias difíciles. Siempre existirá momentos en que “el tiempo pegue fuerte”, pero la historia demuestra que quienes salen victoriosos son aquellos que no se cansan de luchar, que siguen, aún cuando todos ceden a su alrededor.

Levantarse, “aunque llueva, nieve o truene”, volver al ruedo, seguir en la carrera avizorando la meta, continuar aunque caigan los demás o dejen la maratón de la vida. Levantarse, siempre, sin dejar que el dolor, el mal, los errores o lo que sea nos hunda.

“Aunque no haya navidades a la hora de la fe, cuando la campana suene, sé que voy a estar de pie”. Levantarse porque no es liturgia, sino confianza. Ponerse de pie porque no se adora a un Dios de papel, sino a un ser real que invita siempre a seguir, a levantarse, a continuar.

La derrota está en la mente

Erik Weihenmayer, de 32 años, oriundo de Golden, Colorado, se convirtió en el primer ciego en llegar a la cima del Everest. Escalar esa montaña es una de las tareas más arduas que existen para cualquier montañista, no puedo imaginarme lo que es escalarla estando completamente ciego.

Weihenmayer llegó a la cima junto a cuatro amigos y su padre, que lo alentaron, lo acompañaron, y se prepararon junto a él. Además de ocho guías nepaleses expertos en este tipo de ascensión. Erik perdió la vista cuando tenía 13 años y comenzó a escalar montañas tres años después. Escaló el Everest siguiendo los sonidos de las campanas atadas a las camperas de su compañeros y de los guías. Antes de esta proeza había escalado el monte McKinley en Alaska, el Aconcagua en Chile y el Kilimanjaro en Tanzania.

Subió en todas las ocasiones siguiendo sólo el sonido de las campanas atadas a las ropas de sus acompañantes, todos escaladores expertos.

Esa es la clave, ascender siguiendo las campanas correctas. ¿Qué campanas estás siguiendo? ¿Quién marca el sonido de tu sendero? ¿Quién te muestra la senda para seguir?

Escuchar el sonido correcto es la clave para no dejarse derrotar. Todos los días escuchamos mensajes derrotistas. Ideas cargadas de negativismo. Mirar la montaña que tenemos por delante y seguir, avanzar, paso a paso, lentamente, pero avanzar.

La derrota está en nuestra mente, no en las circunstancias.

Cruzar los mares en solitario

Estaba en Australia el día en que el país se paralizó literalmente, todo el mundo estaba pegado al televisor. No era un partido de futbol ni una catástrofe, ni siquiera un informe de la banca de Walt Street, todo el mundo estaba contemplando la llegada de Jessica Simpson, una adolescente australiana de 16 años, la persona más joven en dar la vuelta al mundo en solitario a bordo de un velero de diez metros de eslora. Recorrió 42.000 kilómetros desde Sydney, el mismo lugar a donde llegó de vuelta. Estuvo siete meses en el mar, sin más compañía que su barco y el mar. Llegó a Sydney seis días antes de cumplir los 17 años.

Fue emocionante ver a los cientos de veleros que salieron a la bahía de Sydney a recibirla, mientras los helicópteros de los canales de televisión filmaban la proeza. En el puerto miles de personas, entre los que estaban sus padres y hermanos, la esperaban.

¿Siete meses solitaria? No puedo imaginar la fuerza de voluntad que se necesita para realizar una proeza de este tipo.

Lo interesante es que ese fue su segundo intento, porque el día en que salió, tuvo un accidente y se rompió el mástil mayor de su velero. Tuvo que esperar varios meses para intentarlo de nuevo. Lo más probable es que otras personas se hubieran desanimado, pero ella persistió. Estaba corriendo contra el tiempo. Quería ser la persona más joven en lograrlo y tenía que hacerlo pronto, o no podría.

Nuestro propio mar y Everest

Todos tenemos un Everest que escalar y muchos lo hacemos a ciegas. Sin tener puntos de referencia. Sólo guiados por el sonido de nuestros compañeros. Si seguimos, no cejamos, no permitimos que las circunstancias nos aplasten, algún día podremos contemplar el mundo desde la cima.

Todos tenemos un océano que atravesar. Problemas, enfermedades, conflictos interpersonales, ausencias, amores fallidos, desengaños, fracasos escolares, reveses económicos, desánimos espirituales, conflictos familiares, amistades traicioneras, no existe persona que no tenga un mar de incertidumbres acechándoles. Lo que marca la diferencia entre perdedores y ganadores, es que los primeros se echan a morir al primer escollo de la ruta. Los otros, al igual que Jessica Simpson, se reponen aunque eso signifique rehacer el bote completamente.

Vivir es dar la pelea todos los días.
Vivir es no dejarse vencer.
Vivir es mirar al futuro con esperanza, no importa si lo que mi día me muestra es sólo oscuridad. Vivir es no dejarse llevar por la derrota, ni permitir que otros nos convenzan de que no es posible.

Según los expertos en aerodinámica el abejorro no puede volar a causa de la forma y el peso de su cuerpo en relación con la superficie de sus alas. Pero el abejorro no lo sabe y por eso sigue volando. Nunca se ha detenido a escuchar a los que dicen: ¡No se puede!

De hecho, las más grandes proezas de la vida han sido efectuadas por personas que no creyeron en la frase preferida de los derrotistas: ¡No se puede! Ellos dijeron: ¿Por qué no? Y siguieron contra viento y marea, ¿y tú?

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

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