Los judíos nuestros contemporáneos

Dr. Miguel Ángel Núñez

Cuando un religioso, de la religión o denominación que sea, utiliza expresiones como “yo si”, “él no”, “nosotros, el pueblo verdadero”, “ellos la religión popular falsa”, o cualquier otra expresión similar, asumen una lógica de exclusión. Sin darse cuenta, y probablemente, sin asumirlo de manera consiente, optan por una actitud de discriminación.


La lógica de la discriminación y la exclusión generan algunas conductas, que no son nuevas, siempre se han observado en los grupos religiosos excluyentes, tales como lo fueron los judíos fariseos en el pasado, y como lo son las religiones fundamentalistas en el presente. Algunas de dichas actitudes son:

Generar un lenguaje de juicio y condenación

Si asumo que el otro no es mi igual y si al mismo tiempo creo que el otro carece de la bendición divina, mi actitud dejará de ser caritativa y se convertirá en condenatoria. La Biblia señala que el único juez es Dios:
¡Dios mismo es el juez! (Sal. 50:6).
¿Quiénes somos nosotros para juzgar la conciencia y la convicción de otros? Eso lleva a una siguiente actitud.

Promover una actitud beligerante

Si me sé parte de los “elegidos”, entonces, es fácil caer en el triunfalismo y eso nos llevará inevitablemente a la beligerancia. Los judíos perdieron de vista su misión, al creerse más importantes que el resto de los mortales se convirtieron en beligerantes, se sintieron con libertad para maltratar a los “extranjeros” (todo aquel que no creyera en Jehová) y comenzaron a calificar de “gentiles” a todo no judío, expresión que proviene del hebreo “gôyim” y en griego “éthnos”, palabras que significan simplemente “naciones”, “gentes” o “pueblos”, pero que en el lenguaje peyorativo judío se convirtió en “paganos", "bárbaros", y comenzaron a menospreciarlas. Incluso, en tiempos de Jesús ya se aplicaba el término a cualquiera que no descendiera directamente de Abraham, aun cuando fuera judío.

Cómo entender esta actitud frente a un Dios que envió a dar testimonio a todas las “naciones”. El apóstol Pablo señaló que el pueblo de Israel tenía la misión de:
Dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria (Col 1:27).
¿Cómo dar a conocer a Cristo si se menosprecia a quién no cree de la misma manera en que nosotros creemos? La lógica de la exclusión no permite dar testimonio.




Perder perspectiva

La tercera actitud, ligada a lo anterior, es que la actitud triunfalista y cerrada, hace que se pierda perspectiva respecto a la realidad. Cuando se piensa que se es único y los demás están excluidos, entonces se pierde la capacidad de mirar la realidad de una manera ecuánime y ponderada.

Es un hecho de física y óptica elemental que si miramos a través de un orificio no veremos más que lo que el hueco nos permite ver. Si creo ser el elegido y pienso que los demás están excluidos, pecadores ajenos a la gracia de Dios, que tengo la exclusividad de la salvación, que soy el único portavoz válido de Dios, entonces no hago más que mirar a través de un orificio y muy pequeño.

Jesús dijo:
Tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas debo traerlas (Jn. 10:16).
Esta aseveración de Cristo tiene dos implicaciones:
  • ¿Cómo podemos estar seguros de ser parte del redil “oficial”? 
  • ¿Por qué excluir a otros si son parte del redil que también será traído por el pastor y por lo tanto también son hijos de Dios? 
En cualquier caso, el orgullo de ser parte del “redil oficial” o la “exclusión” para quienes no están conmigo, nos hacer perder perspectiva y de paso nos convierte en egoístas, orgullosos y vanidosos.

Generar normas sólo para mantener la identidad de “elegidos”

El asunto, en este punto, no es la “identidad de la salvación”, con las características propias de quienes son salvos:
  • Amor: “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn. 13:35). El texto es genérico, no dice “amar sólo a los que van a mi iglesia y piensan como yo”, eso sería mostrar un espíritu sectario. 
  • Caridad: Cuando Jesús venga no va a dividir a las personas por sus ideas ni por las convicciones que tuvo, sino por las acciones que realizó. El evangelio es taxativo y no da lugar a otra interpretación: “Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber; fui forastero, y no me dieron alojamiento; necesité ropa, y no me vistieron; estuve enfermo y en la cárcel, y no me atendieron” (Mt. 25:42-43). No dice: “Porque fuiste a la iglesia todas las semanas, porque diste diezmo fielmente, porque no dejaste de estudiar tu Biblia”, Dios supone que todo eso, que es bueno, te llevará a tratar de manera caritativa a otros, incluso, a quien no piensa como tú. 
Cuando la “identidad cristiana” no se entiende, entonces se busca una “identidad denominacional” o “identidad triunfalista”. Se generan normas para mostrar cuán distintos somos de los demás, tal como hicieron los judíos, buscando justicia propia, al grado que convirtieron la religión en una carga opresiva, tan pesada y asfixiante que muchos enfermaron de cuerpo y alma por intentar vivir a la altura de los absurdos de dichas normas. Normas que fueron creadas no para dar gloria a Dios, sino para mostrar cuán “distintos somos de los otros, los gentiles, los paganos, los excluidos de la gracia”.

Muchas normas, carentes de lógica, absurdas en exposición y argumento, pero defendidas exclusivamente para mostrar la “diferencia”. Los judíos no se dieron cuenta que con aquella actitud lo que hacían era aislarse, quedarse sin interlocutores válidos y sin poder comunicarse, precisamente con aquellos que tenían que hablar. Eso lleva a la siguiente consecuencia:


Generar el síndrome de separación y sordera crónica

Si creo que tengo la “verdad” (en términos absolutos), así con mayúsculas y defendida con orgullo y arrogancia, sin plantearme ninguna posibilidad de errar o de variar en algún punto, entonces, los demás aparecerán como “equivocados”, “errados”, “trasnochados”, en suma, como excluidos, sin darles ninguna posibilidad de que tengan una idea positiva.

Con dicha actitud se generará aislamiento. ¿Quién quiere juntarse con alguien que tiene todas las respuestas y no quiere aprender?

Se provocará sordera crónica. Si tengo “la verdad”, ¿para qué escuchar a otros? ¿Cómo puede alguien enseñarme algo si lo sé todo?

Aislamiento y sordera, mal que padecían los judíos, que no vieron a Jesús aun cuando lo tenían frente a sus narices. Al estar aislados no pudieron ver lo que pasaba, no pudieron sopesar las evidencias, no escucharon.

El aislamiento impide ver más allá de las paredes de nuestros prejuicios. De esa forma dejamos además de escuchar a otros, porque los hemos descalificado, así que no podemos enriquecer nuestras vidas.

Qué contraste con algunos personajes bíblicos como Juan el Bautista que salía del desierto donde vivía para ir a las ciudades para relacionarse con la gente, para escucharles, para saber cómo pensaban, para luego volver y meditar para encontrar mejores formas de hablarles.

El aislamiento y la sordera generan otra actitud malsana, una falsa identidad.

Generar una falsa identidad

Quienes se consideran parte de un “único pueblo elegido”, al estilo judío, empiezan a creer que sólo hay gracia de Dios para ellos, y para ningún otro ser humano. Cuando se cae en dicha actitud se da un triste espectáculo intentando representar, inútilmente, a un Dios que no hace acepción de personas (Dt. 10:17; 2 Cr. 19:7; Lc. 20:21; Hch. 10:34).

¿Cómo podemos representar a un Dios que no hace acepción de personas y al mismo tiempo despreciar a quienes no piensan como nosotros? ¿Cómo podemos hablar de un Dios que no excluye si al mismo tiempo excluimos?

Ya quisiera ver la cara de sorpresa que se llevarán algunos en la tierra nueva (si es que dejan de ser sectarios), cuando vean llegar a las puertas de la nueva Jerusalén a aquellos que despreciaron y que excluyeron de la gracia. ¡Qué cara pondrán! Pagaría por ver.

El peligro de creerse únicos

La persona que al igual que los judíos, excluye a otros de la gracia, simplemente porque sus convicciones son distintas es peligrosa. Teniendo el poder actúa con violencia y saña con otros.

Es como Pedro, que saca su daga y le corta, sin piedad, la oreja a Malco, ¿para defender a Cristo? ¿Necesita Cristo que lo defienda? ¿Precisa Jesús de nuestra hostilidad hacia otros? ¿No es Dios acaso Dios de todos los que lo aceptan, aun cuando no sean del redil en donde yo estoy?

El ejemplo de Jesús

Jesús trató con bondad a la samaritana despreciada, que pertenecía a un grupo de judíos que tenían otras convicciones. Fue la bondad del maestro lo que despertó el corazón de dicha mujer y la llevó a convertirse en misionera entre su gente.

Trató con amor a los despreciados, que lo eran por causas religiosos. Los pobres, que se consideraba que estaban castigados por Dios; los enfermos que se suponía recibían una enfermedad de parte de Dios; las mujeres, que se consideraba que eran seres inferiores… todos ellos recibieron un trato bondadoso de Jesús.

Trató con bondad, con cariño y aún con muestras de tolerancia, que a ojos de los judíos debe haber sido pensado como una barbarie, a extranjeros considerados “gentiles”, incluso a romanos, que eran los opresores.

Nunca trató a un pecador con saña, ni con falta de bondad. No discutió con quienes creían tener la razón, sólo mostró el camino a seguir.

A los únicos que trató con dureza fue con los que excluían y menospreciaban a otros. Les dijo a los fariseos “generación de víboras”, “hipócritas”, “sepulcros blanqueados”, “ciegos, guías de ciegos”, y no disimuló su frustración frente a personas que supuestamente conocían a Dios, pero se habían convertido en los peores propagandistas del amor divino.

Es interesante que después de la resurrección los discípulos de Jesús se escondieron y la Biblia dice que:

Estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos (Jn. 20:19).

¡Le tenían miedo al pueblo que había sido elegido para llevar el mensaje de salvación a la humanidad! ¡Temían a aquellos que decían tener toda la verdad y nada más que la verdad!

No quisiera que alguna vez alguien temiera verme aparecer ante su puerta.

Los judíos siguen siendo nuestros contemporáneos, lamentablemente, las mismas actitudes que se vieron en los días de Jesús aún permanecen en las conductas de muchos que se llaman seguidores de Jesús y que fueron llamados a comunicar las buenas de Salvación, que es a fin de cuentas anunciar que todos tienen posibilidad de salvación si aceptan a Jesús como salvador personal.

_________________

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta al futuro novio de mi hija

Maledicencia, el pecado del que no se habla

¿Discípulos pobres e ignorantes? ¿Se sostiene el mito?