La alegría del cielo

Hoy en la mañana leí Lucas 15:3-7, la sección de la parábola de Lucas 15, que está presentada de tres formas distintas.

En ellas Dios es el pastor que sale a buscar a la oveja que se ha perdido, sin darse cuenta. Deja a las 99 en el redil y va en busca de aquella que lo necesita. Cuando la encuentra se la pone en los hombros y va con ella de regreso al redil.

No conforme con esto, reune a sus amigos y vecinos y hace una fiesta de celebración, porque la que estaba perdida ahora ha sido encontrada.

Hasta ahí la historia.

Lo que quiero destacar es que hay dos mensajes claros, profundos y fuertes en estos textos:

1. Dios nunca se aleja del pecador. No lo abandona. No lo deja a su suerte. Siempre está preocupado y cuando es preciso va en busca de la oveja perdida. Este mensaje poderoso contrasta con el que se suele mencionar en las iglesias y desde los púlpitos, y en la actitud cotidiana de quienes se creen más santos que otros. Dan muchos la sensación de que hay que ir a Dios, cuando el texto nos dice que es Dios es el que viene constantemente a nosotros.



2. Lo segundo, es el acto de alabanza. El cielo lleno de gozo. El pastor agradecido y contento de estar nuevamente reunido con su oveja. Qué contraste con tantas congregaciones y cristianos, que han confundido reverencia con tristeza, adoración con funeral. Muchos cantos de alabanza se han transformado en una acto monótono carente de fuerza en sí mismo. Se cantan sin convicción y con la sensación de que no hay nada que celebrar. El cielo canta. Dios y los ángeles aplauden de alegría... ¿Donde están los cristianos que no hacen lo mismo, especialmente cuando andaba perdido y encuentra al Señor que lo trae de vuelta?

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