La pregunta
―¡Eres tonta! Las palabras sonaron como un cañonazo disparado junto a ella. Era lo que faltaba. Caminó lentamente bajo el abrigo silencioso de los álamos en camino a su casa. La tarde tranquila hamacaba las ramas de los árboles en melodioso susurro. Pero la calma del lugar no la impresionaba. Estaba sorda por el estampido de esas dos palabras. Mientras daba un paso tras otro, repasaba en su mente las horas pasadas. Su vida parecía haber sido un error desde el principio. Llegó sin aviso (al menos eso decía su madre). Era torpe, según le decían a diario sus hermanas mayores.