Maledicencia, el pecado del que no se habla
Artículo anterior: Iglesia, murmuración, chisme y rumor Un sabio fue visitado por alguien que se puso a hablar mal de otro amigo del sabio, y este le dijo: —Después de tanto tiempo, me visitas para cometer ante mí tres delitos: primero, procurando que odie a una persona a la que amaba; segundo, preocupándome con tus avisos y haciéndome perder la serenidad; y tercero, acusándote a ti mismo de calumniador y malediciente. Si todos tuviéramos la misma actitud del sabio, no habría maledicientes. Para que una persona hable mal de otra, se necesita alguien que escuche. El que oye es tan culpable como el que habla. Como dijera de manera cómica Tito Maccio Plauto (251—184 a.C.), el autor de comedias latino: Los que propagan el chisme y los que la escuchan, todos ellos deberían ser colgados: los propagadores por la lengua, y los oyentes por las orejas . Maledicencia es sinónimo de calumnia, difamación, engaño, mentira, malicia y vituperio. La forma de lograr que se produzca l