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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Ni yo te condeno

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La muchedumbre gritaba alterada. Sus voces airadas se unían a risas sarcásticas y miradas llenas de lascivia. La mujer iba siendo arrastrada desde los cabellos. Parecía el espectáculo degradante de un circo de fieras intentando morder a su víctima. La ironía es que los que así actuaban eran religiosos, hombres que llenos de vanidad y amor propio que se subían semana a semana a los escenarios para vociferar la “verdad” de sus enseñanzas, sin embargo, en ese momento imbuidos por una falsa piedad, no tenían empacho en ensañarse con crueldad con la mujer que ellos mismos habían inducido a degradarse.[i]  A medida que la muchedumbre avanzaba la golpeaban, le tiraban los cabellos y le iban arrancando las ropas, tal como se acostumbraba en esos espectáculos degradantes de apedreamiento. La mujer en vano intentaba cubrirse y sollozaba aterrorizaba mientras veía a los representantes de la religión tratarla peor que a un animal. Luego, con hipocresía calculada se acercaron al Maestro de Galil