Nuevos aires éticos


En mi doble calidad de religioso y escritor recibo un sin número de correos electrónicos a la semana (un promedio de 100 al día).  La mayoría no los puedo contestar por falta de tiempo, estaría prácticamente el día completo contestando correspondencia.
Esta semana se me ocurrió hacer un análisis somero de alguna de las cartas que he recibido la última semana y algunas de las inquietudes son:
  • Una señorita soltera, que se ha involucrado sexualmente con un hombre casado, me anuncia que ha decidido, para ocultar la situación, abortar un embarazo no deseado.
  • Un joven, líder religioso, me informa que está viviendo un conflicto que lo supera porque está enamorado de otro joven.  Le aterra que otros se enteren de su situación.
  • Una dama casada, esposa de un líder religioso me pide angustiada que la oriente porque está enamorada de otro líder con quien fue amigo personal cuando eran más jóvenes.
  • Un joven me cuenta que se ha ido de su casa para convivir con su enamorada, quien no comparte su fe.  Una de sus frases es: “Es que al final, tengo que ser feliz”.
  • Un joven universitario me cuenta que está pensando seriamente dejar de ser cristiano y volver a ser religioso cuando acabe la universidad, siente que la presión es tan grande que no podrá vivir esta situación por mucho tiempo más.  Además, siente que se sentirá más tranquilo con su conciencia no siendo cristiano, y volver cuando “las cosas se aclaren”.
  • Una señorita me cuenta alarmada que no sabe qué hacer con su padre, quien asiste a la iglesia, pero que es alcohólico y no logra superar su adicción.

Eso como un botón de muestra. Todos los que escriben son religiosos y se congregan semana a semana en alguna comunidad eclesiástica.

Reflexiones desde el impacto
Situaciones similares han ocurrido siempre.  Seguirá habiendo en nuestro mundo mentira, homosexualidad, alcoholismo, infidelidad, aborto y otras situaciones propias de nuestra realidad humana.
No me asusta pensar que estas personas honestas estén viviendo dichas situaciones.  Lo que me aflige es que están viviendo una forma de encarar la moral que se parece más a un acomodo que a un enfrentamiento real con las consecuencias éticas de lo que enfrentan.  Quisiera presentar a manera de reflexión algunas ideas al respecto.

La religión no es una doctrina
Creo que parte del problema es dar la impresión que la religión es asumir determinadas doctrinas y que éstas son una cuestión de aceptación intelectual solamente.  La religión no consiste en aceptación intelectual de un determinado cuerpo doctrinal, por mucho que nos parezca importante.  La verdadera religión es un estilo de vida que permea totalmente cada aspecto de la vida.  No se puede dejar nada a un lado.  Pensar que la vida sexual, la comida o los comportamientos cotidianos no son religión, es una mala comprensión de la verdadera esencia de lo que significa ser religioso, no importa si se es cristiano o budista, la religión no es un algo que nos ponemos el fin de semana y lo dejamos tirado el resto de la semana.

La religión no es asistencia a la iglesia o al culto solamente
Quienes actúan de un determinado modo cuando están participando de la liturgia religiosa y de otro modo cuando no están en el lugar de adoración, simple y llanamente se autoengañan.  La religión no es para recibir una “ducha” de información teológica. No importa de qué religión hablemos, si la religión no implica un cambio de vida no sirve más que como una forma de teatro elaborado.

Los valores éticos de la religión no son transables
La ética no es cuestión de tiempos o de costumbres particulares.  Aquello que la Biblia reprueba, y es válido para la religión cristiana, no está sometido a los vaivenes de la política ni de las costumbres de las culturas.  De hecho, la ética cristiana postula una visión universal de los valores que sustenta.  Eso quiere decir que si realmente soy cristiano por ejemplo, entenderé que la vida es sagrada o si soy budista, comprenderé que la acumulación va en contra del sentido ético de la religión. En este sentido, se espera coherencia.

¿Qué significa ser cristiano?
En un mundo pluralista y donde la división entre lo bueno y malo parece estar tan poco definida esta pregunta no es una cuestión de poca monta.
En un foro de estudiantes de posgrado al que asistí manifesté mi opinión de oposición a la filosofía de la “nueva tolerancia” que predican muchos hoy en día. Es decir, la necesidad de aceptación de las más variadas posturas éticas, contradictorias y excluyentes entre ellas. Manifesté que no era posible aceptar visiones éticas contradictorias. Sugerí la necesidad de definirse.
Alguien reaccionó diciendo:
─Eso lleva a la intolerancia y al dogmatismo.
─No es acaso dogmática e intolerante esa postura de que al no aceptar tu postura entonces debo ser descalificado con expresiones excluyentes como “fanático” y “dogmático”.
¿Qué significa ser cristiano hoy? Pues lo mismo que ha significado siempre:  Aceptar una verdad de vida que de un modo u otro te pondrá en contra de algunos valores culturales imperantes en tu tiempo.  Ser cristiano implica vivir la valentía de elegir una forma de vida que necesariamente implicará optar y aceptar que hay otra forma de vida que entrará en contradicción con la postura que viven otros.
Eso no significa despreciar a nadie.  Amar es la consigna más importante del cristianismo.  Pero el amor no significa no llamar al mal por su nombre. 

Conclusión
No creo que hoy día sea más complejo ser cristiano de lo que fue en tiempos de Pablo y de los primeros cristianos. De hecho, Pablo, Pedro, Jacobo y otros perdieron la vida por su derecho a declarar que no estaban dispuestos a vivir un modo de vida contrario a los postulados básicos de la religión cristiana.  Al menos hoy, en la mayoría de nuestros países, decir que no se está de acuerdo, no significa morirse, así que ¿de qué dificultad me hablan?
Tal como fue necesario ayer es preciso elegir la prioridad de nuestra vida.  El mensaje bíblico sigue siendo el mismo:  “Buscar a Dios en primer lugar” (Mt. 6:33).  En otras palabras, implica elegir quién va a guiar nuestros valores éticos y morales, la cultura o Dios.  No hay otra opción posible.

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