Situaciones que no entiendo

A través de mi vida he procurado entender. Vaciar de sin sentido los enigmas que me acosan a diario. Admiro a quienes viven como si tuvieran todas las respuestas, cuando algunos otros tenemos más preguntas que resolver que certezas de las cuales dar cuenta.

Hace algunos días le contaba a una amiga que no creo en el viejo y manoseado concepto de “los temperamentos”, popularizado por Tim LaHaye en la década de 1970. Lo considero un horóscopo absurdo y amfibológico que convierte a un sin número de personas en esclavas de sus determinismos. Ella reaccionó diciendo:

—Pero si alguna vez te escuché que los enseñabas.

—Sí —respondí— pero ya no, crecí, maduré, cambié, entendí que ese concepto a la larga hace daño.

Ella me quedó mirando decepcionada y sólo atinó a decir:

—No te entiendo.

Y lo expresó con un gesto de resignación, como si le hubiese quebrado una cajita de cristal.

A mí en cambio, me llena de esperanza cuando alguien declara sin vergüenza que algo no entiende, que ha cambiado de opinión, que está buscando una mejor respuesta, que no se ha quedado pegado en la opinión “políticamente correcta”. A mis ojos, eso lo convierte en una persona normal, en alguien capaz de construir y no quedarse en eufemismos de los que suelen pavonearse algunos diciendo que entienden cuando lo que viven es de una simpleza supina, que raya en la tontería y la estulticia.

A manera de autoreflexión y encuentro con mis propios dilemas internos algunos de los dilemas que me acosan por estos días:

No entiendo la indiferencia y apatía de quienes llamándose amigos no están cuando se los necesita. No puedo evitar compararlos con las meretrices que sólo buscan beneficios fingiendo cariño.

No entiendo a quienes se presentan como clérigos y siervos de la divinidad, pero actúan como empleados de una multinacional donde los otros, el alter, las personas son simplemente números que exhibir o estadísticas para obtener réditos. Asociarlos con mercaderes de la muerte es lo primero que se me viene a la mente.

No logro entender plenamente, aún cuando leo, estudio y escucho con atención cuanta teoría aparece en el horizonte a quienes diciendo amar, maltratan, destruyen, violentan, controlan, humillan y quiebran a sus seres supuestamente amados. Se me ocurre que son como cocodrilos que lloran antes de deglutir a sus víctimas.

No entiendo, por más que trato, a quienes llamándose padres o madres, actúan como verdugos, torturadores y dictadores. No logro comprender cómo no perciben el daño que con su conducta hacen a la vida de cientos de hijos e hijas que padecen dicho infierno. Son como aves de rapiña que se comen a sus propias crías.

Definitivamente no entiendo a los políticos que están enquistados en las organizaciones civiles, religiosas, empresariales y cívicas que no dudan en disimular, mentir, ocultar, fingir y sonreír con hipocresía con tal de mantenerse en ese palo encebado que llaman “poder”. Al pensar en ellos se me viene la imagen de chacales que no dudan en devorar a sus propios hijos con tal de sobrevivir.

No entiendo a los empresarios que destruyen la tierra, que por su avaricia no dudan en hacer del entorno un basurero. No comprenden que así todos terminamos asfixiados de podredumbre.

No entiendo a quienes se enajenan de la vida olvidando el pasado y la historia.

No entiendo a los religiosos que maltratan a quienes deberían servir.

No entiendo a los hijos que olvidan a sus padres.

No entiendo a las parejas que algún día dijeron amar y luego destilan odio y rencor, sin separarse amigablemente, en honor a su alegría pasada.

No entiendo la religión de las formas vacías de sentido y llenas de legalismos destructivos.

No entiendo a quienes no abren un libro para alimentar su mente. Sus cerebros se me ocurren que son largos pasadizos de oscuridad y polvo.

No entiendo a quienes a nombre de Dios (con el nombre que le den), mutilan, destruyen, abandonan, aterrorizan y ponen bombas.

Hay tantas cosas que no entiendo, pero me consuelo a mi mismo diciendo que tengo vida por delante para entender, no sé hasta cuando.

Seguramente los que leen este blog tienen otras inquietudes, y podrían agregar más “no entiendo”, que puedan ayudarnos a todos, a tener un poco de luz al final del túnel.

La verdad se construye no con dogmas ni discursos pontificales, sino como el escultor que va dando forma al granito, pero las manos del que esculpe está formada por la perspectiva de muchos, no sólo por la del artista.

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