Liderazgo y caudillismo, similares pero muy diferentes

Líder es quien tiene seguidores voluntarios; caudillo es el que logra adeptos a fuerza de amenazas y chantajes.

El liderazgo perdura en el tiempo con sus resultados; el caudillo pasa como tamo que se lleva el viento.

El caudillo se pregunta cómo lograr que le obedezcan; el líder está más ocupado en entusiasmar y contagiar con una visión.

El líder sueña y crea; el caudillo vive de aspiraciones prestadas y de ideales ajenos.

El líder está continuamente aprendiendo; el caudillo es sabio en su propia opinión.

El líder se ejercita permanentemente para ser mejor; el caudillo quiere resultados con su menor esfuerzo.

El líder está marcado por el amor; al caudillo lo rodean los celos y la sensación de que hay gente que quiere hacerle mal.

El líder tiene visión de futuro; el caudillo vive con su rostro hacia el pasado, añorando la época cuando había más súbditos y muy pocos reyes.

El líder inyecta energías pensando en el mañana; al caudillo sólo le interesa el ayer.

El líder se renueva cada día que termina, porque tiene sus ojos puestos en el horizonte, por donde el sol despunta e ilumina la esperanza; el caudillo sufre de miopía mirando hacia las sombras del pasado, creyendo el absurdo de que todo tiempo pasado fue mejor.

El líder hace planes; el caudillo vive de nostalgias.

El líder vive cada día como una lucha; el tirano sufre cada día como un día que lo acerca a la muerte.

El líder es activo, pleno de proyectos y esperanzas. El caudillo tiende a la pasividad, repite viejos esquemas añosos, y carece de esperanzas.

El líder entusiasma; el caudillo asusta.

El líder piensa en el bienestar de todos; el caudillo sólo se proyecta a sí mismo.

Los caudillos abundan, se mimetizan en sonrisas y homenajes; los líderes son pocos y no van buscando aplausos.

Los líderes guían; los caudillos ordenan.

Los caudillos imponen reglas, normas y protocolos; los líderes trabajan juntos, ayudan a crear senderos, hacen estelas en el desierto hasta los vergeles del entusiasmo.

Los líderes usan el elogio sincero, la palmada honesta, la aprobación sin mácula; los caudillos utilizan el panegírico, la adulación y estrechan sólo las manos que quieren encadenar.

Los líderes tiende puentes sobre el abismo; los caudillos adoran la tradición y derriban las iniciativas de avance.

A los líderes se los recuerda y se los añora; los caudillos, por muy fuertes que sean, pasan, se olvidan, y hasta la estela de dolor que han dejado, desaparece.

Los líderes se evidencian en los adeptos que le siguen gozosos; los caudillos tiene seguidores temerosos que esperan ansiosos que desaparezcan.

Los líderes son revolucionarios porque cambian la manera de ver el mundo y logran que sus seguidores se vean a sí mismos con nuevos ojos; los caudillos se conforman con lo ya conocido y detestan cualquier iniciativa que huela a novedad.

De los líderes se aprende; a los caudillos la historia, finalmente, los reprende.

Los líderes son la luz en medio de la oscuridad y la confusión; los caudillos, temen la claridad de las ideas y prefieren la ignorancia, porque la superstición es su aliada.

Del libro aún inédito: El líder que ama


© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

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