Oración en acción
Hace algunos años leí la historia de una mujer joven, que quedó viuda de una manera imprevista. Cuando se pierde a un familiar en un accidente o por algo inesperado, el dolor suele ser más fuerte, porque no les da tiempo a las personas para prepararse anímicamente, para la situación. Distinto es cuando las personas se enfrentan a una enfermedad terminal o de largo tiempo, porque les da la oportunidad de conversar, dialogar con la persona que está sufriendo y en ese sentido, les ayuda a enfocarse y saldar heridas, pedir perdón y dejar las cosas a cuenta.
Llegó toda la avalancha de situaciones que ocurren cuando hay un funeral: Trámites, atención de parientes que vienen de lejos, hacer arreglos con la iglesia y el pastor, etc. Cosas que nunca debería hacer una persona que está sufriendo, pero, que normalmente no nos damos cuenta y dejamos que lo haga, con cero empatía por su situación.
Ella vivió esos días como sonámbula. En realidad, en muchos sentidos, los borró de su mente.
Cuando ya habían pasado los meses, en algún momento, pensó en algo que no se había detenido, era tanto su dolor, que simplemente no se había dado cuenta. Se preguntó a sí misma:
―¿Quién hizo comida en esos días? ¿Quién atendió a mi hija? ―Su hija en ese momento tenía cuatro años.
Llamó a su hermana para preguntarle, porque definitivamente lo había borrado de su mente. Su hermana simplemente le dijo:
―Pues, la hermana Isabel, la de tu iglesia. Ella vino y se hizo cargo.
Ella lo había olvidado por completo, eso es normal, porque el dolor emocional produce ese efecto. Ese mismo día visitó a la hermana Isabel que se alegró mucho de verla. Fue a darle las gracias y a pedirle perdón por no haber ido antes.
Mientras iba a visitarla, recordó lo que su hermana le había dicho:
―Estábamos todos tan concentrados en tu dolor, tan tristes por lo que había pasado, que todos estábamos como sonámbulos. Pero ese día llegó la hermana Isabel, apareció como otras personas pero actuó totalmente diferente. La mayoría venía a decir palabras de consuelo y se iba, otros hacían largas oraciones por ti, que en realidad te agotaban más, pero ella llegó, y sin decir nada, tomó a mi sobrina y se la llevó al patio a jugar, luego la hizo dormir, la llevó a su habitación. Sin decir nada, se fue a la cocina y antes que nos diéramos cuenta preparó la mesa y nos invitó a comer. Todos fuimos obedientes, mi mamá, mi papá, tus suegros, incluso te llevó comida a ti. Luego, cuando me ofrecí a ayudarla, me dijo que fuera a estar contigo, y ella se hizo cargo. En la tarde llegó con comida preparada y así lo hizo por una semana, venía con alguna de sus hijas, ayudaba y se iba, siempre en silencio, siempre sin entrometerse, como un ángel silencioso que hace su trabajo y se marcha.
La oración no es sólo palabras
En momentos de dolor, la mayoría de los cristianos ora. Eso es loable, es necesario porque necesitamos el poder de Dios para que nos fortalezca en momentos de aflicción. Pero
Orar es no sólo hablar con Dios, sino conversar con él mientras nos ponemos en acción, especialmente cuando es otra la persona que sufre.
Ir a la casa de un enfermo a ofrecer sólo palabras, no es consuelo. Ir al hogar de alguien que está viviendo la pérdida de un ser querido y no hacer nada, no sirve.
Jesús dijo:
Fe en acción
Santiago, con la asertividad y franqueza que le caracteriza dice:
Algunos han caído en la oración contemplativa. Esa impersonal y a la distancia. Esa que dice frente a alguien que está sufriendo: “Voy a orar por ti”, y eso calma su conciencia, pero no hace nada. Eso no sirve, es simplemente un paliativo religioso que para lo único que sirve es para calmar conciencias que ya no tienen conciencia.
No digo que no hay que orar, pero hay que cambiar el enfoque. Orar con un enfermo durante dos horas, enferma más al enfermo. Orar con el enfermo, dos minutos para darle consuelo, y luego arremangarse y sanar sus heridas, o preparar su comida, o alentarlo cantándolo, o ayudarlo para que vaya al baño, o tomar sus ropas sucias y lavarlas, hace mucho más por el enfermo que la mera palabrería.
Muchas oraciones tienen este matiz: “Dios ayúdalo, yo estoy muy ocupado con otras cosas, así que me voy a mi casa a hacer lo que tengo que hacer, así que te lo encargo”… Estoy cargando un poco las tintas, pero ese es el sabor que me queda con la famosa frase: “Voy a orar por ti”. Mejor sería decir, oraré contigo y voy a hacer todo lo posible para ayudarte.
Fe en acción es lo que necesitamos. Oración de acción, no palabras, para palabras tenemos a los políticos, a los demagogos y a los religiosos que perdieron el rumbo.
Jesús dijo: “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mateo 9:13). En otras palabras, dejen de hacer acciones formales, cultos formales, palabras de circunstancia, palabrería y muestren misericordia, actúen, no hablen. Lo diría de otra forma: “Quiero acción, no sólo oraciones y palabras”.
© Dr. Miguel Ángel Núñez.
Llegó toda la avalancha de situaciones que ocurren cuando hay un funeral: Trámites, atención de parientes que vienen de lejos, hacer arreglos con la iglesia y el pastor, etc. Cosas que nunca debería hacer una persona que está sufriendo, pero, que normalmente no nos damos cuenta y dejamos que lo haga, con cero empatía por su situación.
Ella vivió esos días como sonámbula. En realidad, en muchos sentidos, los borró de su mente.
Cuando ya habían pasado los meses, en algún momento, pensó en algo que no se había detenido, era tanto su dolor, que simplemente no se había dado cuenta. Se preguntó a sí misma:
―¿Quién hizo comida en esos días? ¿Quién atendió a mi hija? ―Su hija en ese momento tenía cuatro años.
Llamó a su hermana para preguntarle, porque definitivamente lo había borrado de su mente. Su hermana simplemente le dijo:
―Pues, la hermana Isabel, la de tu iglesia. Ella vino y se hizo cargo.
Ella lo había olvidado por completo, eso es normal, porque el dolor emocional produce ese efecto. Ese mismo día visitó a la hermana Isabel que se alegró mucho de verla. Fue a darle las gracias y a pedirle perdón por no haber ido antes.
Mientras iba a visitarla, recordó lo que su hermana le había dicho:
―Estábamos todos tan concentrados en tu dolor, tan tristes por lo que había pasado, que todos estábamos como sonámbulos. Pero ese día llegó la hermana Isabel, apareció como otras personas pero actuó totalmente diferente. La mayoría venía a decir palabras de consuelo y se iba, otros hacían largas oraciones por ti, que en realidad te agotaban más, pero ella llegó, y sin decir nada, tomó a mi sobrina y se la llevó al patio a jugar, luego la hizo dormir, la llevó a su habitación. Sin decir nada, se fue a la cocina y antes que nos diéramos cuenta preparó la mesa y nos invitó a comer. Todos fuimos obedientes, mi mamá, mi papá, tus suegros, incluso te llevó comida a ti. Luego, cuando me ofrecí a ayudarla, me dijo que fuera a estar contigo, y ella se hizo cargo. En la tarde llegó con comida preparada y así lo hizo por una semana, venía con alguna de sus hijas, ayudaba y se iba, siempre en silencio, siempre sin entrometerse, como un ángel silencioso que hace su trabajo y se marcha.
La oración no es sólo palabras
En momentos de dolor, la mayoría de los cristianos ora. Eso es loable, es necesario porque necesitamos el poder de Dios para que nos fortalezca en momentos de aflicción. Pero
cuando la oración es sólo palabras, entonces, pierde su poder.
Orar es no sólo hablar con Dios, sino conversar con él mientras nos ponemos en acción, especialmente cuando es otra la persona que sufre.
Ir a la casa de un enfermo a ofrecer sólo palabras, no es consuelo. Ir al hogar de alguien que está viviendo la pérdida de un ser querido y no hacer nada, no sirve.
Jesús dijo:
"Al orar, no hablen sólo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras” (Mateo 6:7).Creo que los “gentiles” aún no aprenden la lección. Se dedican a hablar, pero no hacen mucho. Se reúnen en grupos para "orar", mientras los que están sufriendo necesitan un plato de comida o simplemente, un abrazo, pero alejados, en un rincón orando, justifican su conciencia y simplemente, no hacen mucho.
Fe en acción
Santiago, con la asertividad y franqueza que le caracteriza dice:
“Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: ‘Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse’, pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta” (Santiago 2:14-17).Parafraseando a Santiago y pensando en la oración podríamos decir: “Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que ora, si no hace nada? ¿Acaso podrás salvarlo esa oración? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen de alimento diario, y uno de ustedes les dice: ‘Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse’, yo voy a orar por ustedes, pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? Así también la oración por sí sola, si no va acompañada de acción, está muerta”.
Algunos han caído en la oración contemplativa. Esa impersonal y a la distancia. Esa que dice frente a alguien que está sufriendo: “Voy a orar por ti”, y eso calma su conciencia, pero no hace nada. Eso no sirve, es simplemente un paliativo religioso que para lo único que sirve es para calmar conciencias que ya no tienen conciencia.
No digo que no hay que orar, pero hay que cambiar el enfoque. Orar con un enfermo durante dos horas, enferma más al enfermo. Orar con el enfermo, dos minutos para darle consuelo, y luego arremangarse y sanar sus heridas, o preparar su comida, o alentarlo cantándolo, o ayudarlo para que vaya al baño, o tomar sus ropas sucias y lavarlas, hace mucho más por el enfermo que la mera palabrería.
Muchas oraciones tienen este matiz: “Dios ayúdalo, yo estoy muy ocupado con otras cosas, así que me voy a mi casa a hacer lo que tengo que hacer, así que te lo encargo”… Estoy cargando un poco las tintas, pero ese es el sabor que me queda con la famosa frase: “Voy a orar por ti”. Mejor sería decir, oraré contigo y voy a hacer todo lo posible para ayudarte.
Fe en acción es lo que necesitamos. Oración de acción, no palabras, para palabras tenemos a los políticos, a los demagogos y a los religiosos que perdieron el rumbo.
Jesús dijo: “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mateo 9:13). En otras palabras, dejen de hacer acciones formales, cultos formales, palabras de circunstancia, palabrería y muestren misericordia, actúen, no hablen. Lo diría de otra forma: “Quiero acción, no sólo oraciones y palabras”.
© Dr. Miguel Ángel Núñez.
Mi abuelo fallecio hoy. Mi amigo, mi compinche, pero era dificil de tratar, solo cambio cuando se dio cuenta de que no le quedaban muchos años. Y en ese interin, la unica forma de mostrarle mi cariño a un anciano hijo de italiano laburante, fue laburar con el, en la casa, ayudarlo en todo. Me llamaba, ahi estaba, no lo hacia esperar. Y como dice usted pastor, oraba por el si, pero esos momentos de ayuda, ese tiempo compartido es lo que le da paz a mi corazon, porque con acciones le mostre lo que queria para el en mis oraciones. Invito a los hermanos a acercarse a sus familiares, a abandonar las peleas y a dar las manos y corazon por los que Dios designio como nuestra familia, tanto natural como cristiana. Un abrazo pastor, hermoso articulo.
ResponderEliminarHace días busque una oración que me ayudara en este momento que estoy pasando y ahí decía: no solo pidas, también realiza oración en acción. En ese momento dije qué es eso? es por eso que investigando llegue a este blog y he leído lo mas hermoso en muchísimo tiempo! mil gracias por escribirlo y compartirlo! cuanta verdad hay en él y pensar que a la mayoría de las personas nunca se nos ha ocurrido hacerlo, si es algo que debería ser lógico. Si me lo permite, quiero imprimirlo y compartirlo en la Iglesia de mi colonia, esto es algo tan valioso que todo mundo lo tiene que saber, son el tipo de cosas que nos pueden ayudar a ser una mucho mejor sociedad. saludos!
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