La rigurosidad ética que falta

Mark Galli, editor administrativo de la revista Christianity Today señala que “los evangélicos debieran pensar más sobre la ética, porque es parte fundamental de las Escrituras y es algo relativamente descuidado en comparación con nuestro interés, por ejemplo, en el crecimiento de iglesias, el evangelismo, las misiones y la doctrina” (“Serious About Ethics”, Christianity Today, mayo 2006, 8).

A juzgar por la cantidad de libros que se encuentran en las bibliotecas de cualquier universidad cristiana Galli pareciera tener la razón. Es como si de pronto todo lo que implique crecimiento y de alguna forma victorias palpables, interesa mucho más que tomar decisiones éticas.

Cuando se estudia en detalle el discurso de Cristo y los libros de Pablo y los otros escritores neotestamentarios la vida práctica y el comportamiento ético ocupan un lugar prominente, mucho más importante que cualquier otro elemento del evangelio.


¿Cuál es el peligro de dejar a un lado la reflexión ética? 

Evidentemente es mucho más “rentable” (si es que se puede decir así), en términos de popularidad y poder el buscar figuración pública y eclesiástica que dar directrices éticas.

La reflexión ética está en el ámbito de la axiología, la racionalidad y la reflexión sobre principios universales. No se puede hacer ética de manera apresurada y exige tomar decisiones, muchas veces impopulares. Sin embargo, guiar la vida por principios éticos es demandante y hasta cierto punto arduo, pues amerita análisis, reflexión y elaboración teórica que va mucho más allá de la contingencia y del discurso políticamente correcto.

Cuando las instituciones religiosas y cualquier otra, no construyen una base ética adecuada y no se está constantemente analizando los procedimientos a la luz de principios éticos universales, entonces se cae en juegos políticos, luchas de poder, abuso, arbitrariedad y un sin número de acciones que son la antítesis de la ética.

Ética si, moralismo no 

Paradojalmente, en los grupos religiosos se habla mucho de moral, pero no hay que confundirse: la moralidad no es necesariamente ética. Los moralismos están a menudo ligados a formas culturales, acciones costumbristas, prejuicios, mitos, supersticiones y, por qué no, en muchos casos a ignorancias.

Lo esperable es que un principio ético debería dar origen a un valor que se derive de dicho principio y de allí, habría que optar por un comportamiento moral que tenga un sustento ético valido.

En el artículo citado Galli añade que la “chapucería moral” que caracteriza a la mayoría de las congregaciones religiosas contemporáneas dejan mucho que desear entre sus miembros y el mundo circundante respecto a actitudes y conducta. Para este autor el mayor desafío de la iglesia del siglo veintiuno es “desarrollar una moralidad mucho más rigurosa y considerada que acompañe nuestra obra rigurosa y considerada en el área de la doctrina y la exégesis” (Ibid.) En otras palabras, es preciso aplicarnos más a la tarea del análisis ético, con la misma rigurosidad y empuje como lo hacemos en otras áreas.

Muchos cristianos consideran “impráctico” un análisis ético sustentable y prefieren la manida forma fácil de actuación que se encubre en el “así se ha hecho siempre”, que es tan caprichoso como decir “así me gusta actuar y no admito otra opción”.

Jesús modelo ético 

Al analizar con detalle la actuación ética de Cristo se observan hechos sorprendentes que es el único modelo válido para quienes han de entender cómo debe ser la actuación de sus seguidores.

Jesús nunca, por ninguna razón, hizo acepción de personas, eso implica tratar a todos con tolerancia y bondad. Podría haber discriminado a las personas pero no lo hizo. A los únicos que trató de manera dura y cortante fue a los religiosos de su tiempo que habían olvidado el sentido de la misericordia y el perdón de Dios.

Cristo no actuó movido por motivos políticos, no accedió a dar guiños al poder de turno con el fin de lograr algún beneficio, al contrario, vivió de manera coherente con la verdad que proclamaba. Eso le significó ser perseguido por los políticos de su tiempo y todos los religiosos que consideraban que él era irrespetuoso al no humillarse frente a ellos.

Trató a cada individuo como único e insustituible. A una mujer al lado de un pozo le dio el mismo mensaje de esperanza que a un rabino en la noche, pero a los dos les habló de la forma en que pudieran entender, sin intentar forzar la situación y entendiendo que ambos tenían que ser tratados de acuerdo a sus características individuales.

Lo que hizo no lo realizó en miras a algún bien temporal, siempre buscó que su vida fuera guiada por los más altos estándares éticos, respetando al ser humano aún cuando fuera opuesto a él y amando incondicionalmente aún a sus enemigos.

Conclusión 

Llevados por el moralismo imperante muchos cristianos se dejan arrastrar por normas y códigos cuya base es cultural, con fundamento relativo y no basado en principios éticos universales. La reflexión ética debería ocupar un lugar prominente en los análisis de los cristianos, de otro modo, renunciamos a uno de los aspectos más relevantes del cristianismo.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

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