Políticamente correcto

De partida, no soy “políticamente correcto”. Digo lo que pienso, lo expreso, lo escribo, lo defiendo, y suelo incomodar con mis opiniones a todos aquellos que pretenden que ser religioso o académico consiste en ser acrítico y neutral. Pues, soy crítico por naturaleza y estoy comprometido con lo que creo, al grado de poner en riesgo mi estabilidad laboral y el “respeto” de los políticos que están constantemente interesados por ser “políticamente correctos”.


Definición de una moda monstruosa 

Ser políticamente correcto consiste en decir lo que se quiere escuchar, sin comprometerse con ninguna línea de pensamiento que pueda causar ofensa, incomodidad o desagrado a algún grupo en particular. Es la mentira disfrazada de diplomacia. Es la forma de actuar del mundo religioso en general y del político en particular.

Una persona “políticamente correcta” actúa de acuerdo a un patrón social caracterizado por la sobriedad en el decir y en el actuar, al grado de disimular sus verdaderos pensamientos y esconder sus creencias más profundas. Mantiene una posición neutra que no incomoda a nadie.

La persona “políticamente correcta” huye de la divergencia para aparentar normalidad y el estar integrada a su entorno, de esa manera presenta una “imagen” de sobriedad y silencio, porque no hay nada que incomode más a los políticos que alguien “políticamente incorrecto”.

Los que son “políticamente correctos” son tibios en sus opiniones, que es lo mismo que decir, que no se comprometen públicamente con nada ni con nadie, se limitan a sonreírle a Dios y al diablo, porque de esa manera supuestamente nadie puede decir de qué bando son.

Para no faltarle el respeto a sus interlocutores o no entrar en conflictos sociales, no expresan de manera frontal ningún desacuerdo, sólo se limitan a asentir, a unos le dicen “crucifícale” y a otros les dicen del mismo personaje “es el hijo de Dios”, al final, “quedan bien con todos” y en el fondo, con nadie.

Una persona “políticamente correcta” evita el conflicto a como dé lugar. Evita palabras que suenen mal a oídos de su interlocutor, no hace calificativos de ningún tipo a menos que sea para expresar panegíricos al político de turno, no da evidencias de disparidad ni divergencia, piensa muy bien lo que dice para no sonar comprometido con nada, sus conversaciones son aquellas que no lo obligan a emitir opinión. En algún momento ser políticamente correcto se pensó como una manera de mantener posiciones contrarias en conciliación, sin embargo, con el uso se convirtió en una manera de ser, en no comprometerse con ninguna idea, para mantener una imagen de neutralidad, como si eso fuera posible.

Si realmente fuéramos políticamente correctos

Sin embargo, los que pretenden ser “políticamente correctos”, no logran percibir la aporía en la que se meten.

Si se va al sentido más primigenio de la política, pensando en Aristóteles y los genios que la pensaron originalmente, la política consistía en vivir conforme a las leyes y buscar el bien común de la sociedad. Por eso Platón invitaba a que se unieran a la política para los cargos públicos aquellos que fueran moralmente los más virtuosos, es decir, los sabios. Lástima que la política llegó a manos de individuos como Maquiavelo, Hobbes y otros que la convirtieron en un medio para lograr fines, sin importar el derecho, la verdad y la honestidad.

Por otro lado, la búsqueda de lo correcto implica desde el punto de vista ético, establecer un comportamiento basado en principios universales de validez inapelable. Es vivir en función de la virtud y la verdad.

Por esa razón, lo que hoy se llama “políticamente correcto”, es simplemente un engendro más de los políticos que sólo utilizan a otros para lograr sus fines de poder. En suma, lo “políticamente correcto”, por definición, es “políticamente incorrecto”, puesto que ser políticamente correcto invita a la simulación, la mentira, el encubrimiento, la falta de trasparencia, la corrupción, el engaño, las medias verdades, el chisme, la sospecha, la desconfianza, y todos los males asociados a no ser virtuoso de manera plena.

La mentalidad de borrego 

Lo que mueve a muchos a ser “políticamente correctos” es simplemente la mentalidad de borrego. El estar pendiente del qué dirán para no perder privilegios de ningún tipo.

Un borrego no piensa, otro realiza el trabajo de guiarlo, adoctrinarlo, mandarlo, orientarlo, y decirle qué pensar. Un borrego es un buen borrego, cuando obedece sin chistar, no tiene labios para hablar, ni cabeza para elucubrar, simplemente sigue.

En todas las organizaciones, los que tienen el poder, buscan a borregos a quienes gobernar. No les interesan los que piensan, los que opinan, los que tienen divergencias, los que comunican, etc. Por eso, en todas las dictaduras, los primeros perseguidos siempre son los intelectuales y quienes se atreven a expresar opinión propia. Entre borregos no hay lugar para la “libertad de cátedra”, “el libre pensamiento”, “la opinión personal”, “la conciencia individual”, y otras libertades que corresponden por derecho a todos, menos a los borregos.

Son los políticos los que enseñan a ser “políticamente correctos”, especialmente a quienes quieren manipular y gobernar sin alteraciones de ningún tipo.

La fauna política no emite opiniones que puedan incomodar. Sólo se limitan a sonreír y mantener bien afilados los serruchos y los cuchillos, para utilizarlos en el momento oportuno. Para toda otra ocasión, sonríen, dan la mano, conversan de trivialidades, y cuando se suben a un bote, un remo es de Dios y otro del diablo.

Jesús, el modelo de lo “políticamente incorrecto” 

Jesucristo tuvo un pésimo asesor de imagen. Si fuera a una de las actuales escuelas de diplomacia reprobaría todos los cursos. Ha sido el personaje más políticamente incorrecto que ha existido.

Se atrevió a llamar “zorra” (Lc. 13:31-32) a Herodes, el hombre con más poder en su tiempo, el gobernante títere de Roma, el que podía matarlo sólo con chistar los dedos, y no se lo dijo a cualquiera sino a los fariseos, a quienes sabía que irían enseguida a contarle al rey.

Les dijo públicamente y sin ningún tipo de anestesia de vocabulario a los religiosos de su tiempo, a quienes tenían el poder, a los que ostentaban la máxima jerarquía de su tiempo: “Sepulcros blanqueados”, “serpientes”, “generación de víboras”, “guías ciegos”, “hipócritas”. Cualquiera de los políticos que abundan en las organizaciones religiosas y gubernamentales se habría horrorizado al escucharlo y seguramente habrían denostado al asesor de imagen que no le ayudaba a Jesús a ser más precavido con sus palabras.

Se rodeo de asesores que eran lo peor de su tiempo: Un terrorista del grupo revolucionario de los zelotes, un publicano considerado ladrón profesional, un grupo de pescadores que a ojos de los líderes eran ignorantes de tomo y lomo, un comerciante que levantaba sospechas, si hoy lo hubiera aconsejado algunos de los políticos de las iglesias le habría dicho: “No te juntes con esa gente, no te dará una buena imagen”.

En vez de visitar a los dignatarios, a quienes ostentaban el poder, en vez de ir a besar las manos de los tiranos y los religiosos envanecidos por su soberbia, fue a la casa de Zaqueo, un publicano; a la casa de Simón, un leproso despreciado por sus pares; y a los hogares de los más humildes y despreciados, aquellos que no importaban, porque sus votos no eran nada para el poder.

Cuando debería haber estado en reuniones con los que mandaban, estaba en la plaza rodeado de prostitutas, ladrones, mendigos, pobres y la escoria de su tiempo, aquellos que no tenían lugar en la mesa de los grandes. Aquellos que por definición debían ser escondidos y alejados. Ningún político de su tiempo accedería a acercarse a esa chusma, pero Jesús lo hizo, porque no temía ser políticamente incorrecto.

Su discurso no fue conciliador, fue al contrario, un discurso comprometido, audaz, temerario, directo, explosivo, irónico, fuerte, espinoso, enérgico, políticamente imprudente, mordaz, autoritativo, es decir, fue todo lo que no debe ser la oratoria de una persona “políticamente correcta”.

Conclusión 

En días como los que vivimos, es imprescindible que se analice qué tipo de vida queremos llevar. Una vida sin compromiso, es al final, una veleta que el viento lleva para cualquier lugar. No se puede ser cristiano neutral, no se puede seguir a Jesús y pretender ser políticamente correcto, algo no funciona cuando buscamos caerle bien a todo el mundo, es imposible que le gustemos a todos, ni Jesús lo logró.

© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

Comentarios

  1. Pastor que Dios le bendiga mucho y que le siga dando muchas mas claridad mental,sus articulos son impresionante

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  2. realmente este articulo da que pensar, a veces solo nos dejamos llevar,dejarnos llevar por JESUS si, pero no por la cultura de este mundo que es falsa y deshonesta, nosotros podemos vivir vidas que impacten, siguiendo las pisadas de JESUS.

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