Diferente
Todos somos diferentes, pero nos encanta asimilarnos, acomodarnos, conformarnos. Somos distintos, individuos, pero nos gusta amoldarnos como gelatinas que temen ser diferentes, un poco por el miedo a la inercia y a salir de la cáscara que muestre nuestro verdadero rostro.
No existe persona igual a otra, por mucho que se parezca, ni aún los gemelos son idénticos. No obstante, en la práctica cotidiana, la mayoría de las personas le teme en demasía aparecer como diferente a la manada.
Opinar sin levantar olas
Para no parecer distinto, la mayoría de las personas tiende a acomodarse a la opinión mayoritaria, y aunque en lo íntimo en algún momento discrepe, por “mantener la armonía” (viejo resabio de cobardía), simplemente callará, se quedará en el silencio cómplice de la “mayoría silenciosa”, la de aquellos que por no alterar la comodidad de los acontecimientos cotidianos opta por el mutismo. La “mayoría” que en tiempos de crisis, confusión ética y autoritarismo, simplemente elige callar.
Martin Niemöller (1892–1984) fue un pastor luterano alemán, uno de sus poemas ha sido repetido y recitado muchas veces para recordarnos el peligro de callar cuando hay que hablar.
“Cuando los nazis detuvieron a los comunistas,
yo me callé;
es que yo no era comunista.
Cuando los nazis encarcelaron a los socialistas,
yo me callé;
es que yo no era socialista.
Cuando detuvieron a los sindicalistas,
yo me callé;
es que yo no era sindicalista.
Cuando detuvieron a los judíos,
yo me callé;
es que yo no era judío.
Cuando me detuvieron a mí,
ya no quedaba nadie
que pudiera protestar”.
Sólo los que creen en sí mismos hablan cuando el resto calla. Son los que le temen más que a la vida, el perder su propia dignidad y sentir que se han fallado a sí mismos perdiendo la capacidad de reacción.
Armonía en la diversidad
Hace algunos días planté rosas. Una a una puse las plantas ordenadas frente a mi casa. Ahora, están comenzando a salir los botones y he descubierto con alegría que tengo cuatro rosales y son todos de diferentes colores. Ya me lo había dicho la señora indígena que me las vendió, pero no le creí, he sido engañado demasiadas veces por gente con cara de ángel, así que esperé a ver que los rosales florecieran. Debo encontrar a la mujer otra vez en el “tiangis” (expresión del dialecto local que designa a la feria dominical), le pediré disculpas por pensar mal y le compraré más rosas.
Son rosas, pero cada una es distinta. En el conjunto forman armonía, pero son diferentes. La armonía supone unidad en la diversidad.
El otro día me extasié escuchando una orquesta juvenil, realmente interpretaron de una manera hermosa una pieza de música, pero, cada uno tocaba un instrumento distinto, pero, en el conjunto formaban una armonía. La diversidad actuando unida les otorgaba belleza.
En esto de no respetar las diferencias existe gente que cree que el ideal es uniformidad, que todos piensen igual, que las opiniones sean reducidas a un mínimo común denominador. Vieja y antigua práctica de déspotas y dictadores. Que “todos piensen igual para que nadie piense”.
La verdadera unidad se sustenta en el respeto al diferente, al que tiene una opinión divergente, en intentar formar una armonía con las posiciones distintas, sin descalificar a nadie y buscando el entendimiento.
La verdad, vieja piedra dictatorial
Creo en la verdad, pero no creo que los seres humanos sean dueños de ella. Salvo Dios, nadie tiene el monopolio de la verdad, todas nuestras certezas son apenas pequeños destellos de cualquier verdad que queramos evocar.
Cuando alguien pretende que “su verdad” no sea discutida, analizada, discrepada, está simplemente creando una tiranía de “su verdad”.
Antonio Machado el poeta español escribió un pequeño poema que dice:
“¿Tu verdad? No, la verdad
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela".
Toda verdad que alguna persona tenga es sólo una certeza provisoria que se convierte en un grano más cuando la unimos a otras verdades que otros han descubierto.
Defender una posición como si fuera la última que no admite discusión ni análisis, es simplemente volver al oscurantismo medieval que sostenía que la tierra era el centro del universo, aún cuando las evidencias decían lo contrario.
La búsqueda permanente
Un individuo que sepa quién es, que entienda que el diferente, que anhele verdad, sólo es un buscador permanente de certezas. Cada vez que concluye algo sabe que es sólo un descanso en el peregrinar de nuevas certezas que muestren nuevos horizontes.
Sólo cuando salimos de “mi verdad” y “tu verdad” podemos dialogar, pensar juntos, analizar con humildad nuestras perspectivas con afán de descubrimiento y gozándonos con la alegría de encontrar esas piedras preciosas que se encuentran enterradas y que sólo el investigador atento puede hallar.
© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.
No existe persona igual a otra, por mucho que se parezca, ni aún los gemelos son idénticos. No obstante, en la práctica cotidiana, la mayoría de las personas le teme en demasía aparecer como diferente a la manada.
Opinar sin levantar olas
Para no parecer distinto, la mayoría de las personas tiende a acomodarse a la opinión mayoritaria, y aunque en lo íntimo en algún momento discrepe, por “mantener la armonía” (viejo resabio de cobardía), simplemente callará, se quedará en el silencio cómplice de la “mayoría silenciosa”, la de aquellos que por no alterar la comodidad de los acontecimientos cotidianos opta por el mutismo. La “mayoría” que en tiempos de crisis, confusión ética y autoritarismo, simplemente elige callar.
Martin Niemöller (1892–1984) fue un pastor luterano alemán, uno de sus poemas ha sido repetido y recitado muchas veces para recordarnos el peligro de callar cuando hay que hablar.
“Cuando los nazis detuvieron a los comunistas,
yo me callé;
es que yo no era comunista.
Cuando los nazis encarcelaron a los socialistas,
yo me callé;
es que yo no era socialista.
Cuando detuvieron a los sindicalistas,
yo me callé;
es que yo no era sindicalista.
Cuando detuvieron a los judíos,
yo me callé;
es que yo no era judío.
Cuando me detuvieron a mí,
ya no quedaba nadie
que pudiera protestar”.
Sólo los que creen en sí mismos hablan cuando el resto calla. Son los que le temen más que a la vida, el perder su propia dignidad y sentir que se han fallado a sí mismos perdiendo la capacidad de reacción.
Armonía en la diversidad
Hace algunos días planté rosas. Una a una puse las plantas ordenadas frente a mi casa. Ahora, están comenzando a salir los botones y he descubierto con alegría que tengo cuatro rosales y son todos de diferentes colores. Ya me lo había dicho la señora indígena que me las vendió, pero no le creí, he sido engañado demasiadas veces por gente con cara de ángel, así que esperé a ver que los rosales florecieran. Debo encontrar a la mujer otra vez en el “tiangis” (expresión del dialecto local que designa a la feria dominical), le pediré disculpas por pensar mal y le compraré más rosas.
Son rosas, pero cada una es distinta. En el conjunto forman armonía, pero son diferentes. La armonía supone unidad en la diversidad.
El otro día me extasié escuchando una orquesta juvenil, realmente interpretaron de una manera hermosa una pieza de música, pero, cada uno tocaba un instrumento distinto, pero, en el conjunto formaban una armonía. La diversidad actuando unida les otorgaba belleza.
En esto de no respetar las diferencias existe gente que cree que el ideal es uniformidad, que todos piensen igual, que las opiniones sean reducidas a un mínimo común denominador. Vieja y antigua práctica de déspotas y dictadores. Que “todos piensen igual para que nadie piense”.
La verdadera unidad se sustenta en el respeto al diferente, al que tiene una opinión divergente, en intentar formar una armonía con las posiciones distintas, sin descalificar a nadie y buscando el entendimiento.
La verdad, vieja piedra dictatorial
Creo en la verdad, pero no creo que los seres humanos sean dueños de ella. Salvo Dios, nadie tiene el monopolio de la verdad, todas nuestras certezas son apenas pequeños destellos de cualquier verdad que queramos evocar.
Cuando alguien pretende que “su verdad” no sea discutida, analizada, discrepada, está simplemente creando una tiranía de “su verdad”.
Antonio Machado el poeta español escribió un pequeño poema que dice:
“¿Tu verdad? No, la verdad
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela".
Toda verdad que alguna persona tenga es sólo una certeza provisoria que se convierte en un grano más cuando la unimos a otras verdades que otros han descubierto.
Defender una posición como si fuera la última que no admite discusión ni análisis, es simplemente volver al oscurantismo medieval que sostenía que la tierra era el centro del universo, aún cuando las evidencias decían lo contrario.
La búsqueda permanente
Un individuo que sepa quién es, que entienda que el diferente, que anhele verdad, sólo es un buscador permanente de certezas. Cada vez que concluye algo sabe que es sólo un descanso en el peregrinar de nuevas certezas que muestren nuevos horizontes.
Sólo cuando salimos de “mi verdad” y “tu verdad” podemos dialogar, pensar juntos, analizar con humildad nuestras perspectivas con afán de descubrimiento y gozándonos con la alegría de encontrar esas piedras preciosas que se encuentran enterradas y que sólo el investigador atento puede hallar.
© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.
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