Entrevista al inquisidor

Entrevistador (E.): Muy buenas tardes, ¿cuál es su nombre completo?

Gran inquisidor (GI): Tomás de Torquemada

E.: ¿Cuál es su cargo?

GI: Inquisidor General de Castilla y Aragón, además tengo el privilegio de ser el confesor de la Reina Isabel la Católica.

E.: ¿Me podría explicar cuál es su trabajo exactamente? Para que nuestros lectores lo puedan entender.

GI.: Muy simple, he recibido la orden de perseguir, expulsar y aniquilar a todos los herejes. Tengo que encontrarlos y sacarlos de sus madrigueras, para poder mantener la fe pura.

E.: ¿A qué se refiere con fe pura?

GI.: Me extraña que haga esa pregunta, por supuesto que es a la fe católica, la que enseña nuestra madre iglesia, la única, no hay lugar para otra verdad.

E.: Es decir no hay lugar para otra opción.

GI.: ¡Pero claro! Cuando Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla me nombraron, me dijeron que no me debía temblar la mano para aniquilar a los rebeldes que no están dispuestos a aceptar la doctrina verdadera de la iglesia.

E.: Pero, ¿dónde queda la libertad de conciencia?

GI.: Cuando eligen a favor de la doctrina verdadera, entonces, están eligiendo la salvación. Si eligen en contra de la doctrina verdadera, entonces, simplemente escogen su propia perdición. Nosotros no alteramos la libertad de conciencia, al contrario, simplemente les damos lo que han elegido.

E.: ¿Pero eso no anula la libertad?

GI.: ¡Claro que no! ¡Usted no entiende! Jesús dijo: “O están con nosotros o están en contra de nosotros”, así que no hay lugar para otra interpretación, o aceptan o se mueren.

E.: ¿Pero no estoy seguro que esas sean las palabras de Jesús o al menos, lo que quiso decir?

GI.: Lo que pasa, es que usted no está en nuestra perspectiva, le falta mucho que aprender, cuando uno tiene la verdad, entonces, sabe exactamente cuál es la voluntad de Dios, y en ese sentido, para nosotros no hay dudas. Lamentablemente, los legos como usted, les falta mucho para comprender.

E.: Perdone que insista Señor Inquisidor, pero, no estoy seguro que Jesús estaba hablando de alguna iglesia en particular.

GI.: Voy a hacer como que no escuché eso, porque está muy cerca de la herejía con esas preguntas. Hay una sola iglesia verdadera, una sola que tiene la verdad, eso significa que todo aquel que no tiene esa verdad, debe ser destruido. O con nosotros, o contra nosotros. No hay lugar para otra interpretación. ¡Tenga cuidado! ¡Por ese camino puede terminar muy mal! No es una amenaza, tómelo como una advertencia de amor.

E.: Muchas gracias, lo tendré en cuenta.

GI.: ¡Más le vale hijo! ¡Más le vale! No quisiera tener que tomar medidas para poder salvar su alma de la herejía.

E.: Bueno, ya que lo menciona. ¿Cuáles son los métodos de la inquisición para descubrir la herejía?

GI.: Pues es sencillo. El hereje se nota a la legua, por la forma de hablar, de vestir, de cantar, de expresarse, incluso de mirar. Lo que nosotros hacemos es mostrarle al hereje lo que él probablemente tampoco entiende o no ve. La herejía se cuela por las rendijas y en el momento en que menos lo pensamos, ya estamos en el sendero de la perdición.

E.: ¿Cómo es eso de que algunos no se dan cuenta de la herejía?

GI.: Pues simple, el pueblo, el común, los laicos especialmente, los que no tienen la formación de nosotros que hemos estudiado las Escrituras por años y que estamos preparados, no se dan cuenta, son como niños, ingenuos a las acechanzas del diablo. Nuestro deber es cuidarlos como a corderos. Tenemos que establecer con claridad qué leen, qué escuchan, qué ven, qué oyen… Muchos de ellos no se dan cuenta del peligro que corren, por eso, la Santa Iglesia tiene el deber de proteger a sus criaturas, a esos niños pequeños que aún no aprenden a valerse por sí mismos.

E.: ¿No es eso infantilizar al pueblo cristiano?

GI.: Mmm, me preocupas hijo, nuevamente vas en la línea de la herejía al plantear preguntas que rayan en lo incorrecto. ¡Infantilizar dices! ¡Pero si ya son infantiles! Lo único que hacemos nosotros es protegerlos, evitar que su pureza e ingenuidad sean pisoteadas por el lobo feroz de Satán que no respetaría lo que nosotros si hacemos, la pureza de su alma, la nobleza ingenua de su mente virgen a las ideas erróneas del enemigo. Son almas impolutas que hay que proteger para que el diablo no las haga errar, por eso que les indicamos qué leer, ver, oír, qué hacer… es la carga de responsabilidad que Dios ha dejado en nuestros hombros, para evitarles a ellos el dilema de tener que andar a cada rato teniendo que preguntarse qué es correcto y qué no es.

E.: ¿Qué métodos usan para erradicar la herejía?

GI.: Lo primero y más importante es hacer que confiesen su herejía, porque de otro modo, no hay salvación para sus almas. Así que usamos todos los medios a nuestro alcance para que confiesen su pecado.

E.: ¿Cómo hacen eso?

GI.: ¡Fácil! Castigamos sus cuerpos para liberar su alma. El cuerpo y la carne han de ser destruidos, para que de esa forma puedan ser sus almas liberadas y les demos la oportunidad de ser salvos.

E.: ¡Pero no le molesta ver sufrir a esa pobre gente!

GI.: ¿Por qué debería molestarme? Al contrario, soy feliz por mi labor y en la eternidad me lo agradecerán, porque al purgar su carne, con el castigo que divinamente les imponemos, salvamos sus almas, y preservamos la pureza de su almas ingenuas.

E.: No logro entender qué tiene que ver la tortura, la exclusión, la excomunión con purgar el alma o salvación. Nunca leí que Jesús invitara a torturar a alguien o a expulsarlo de la comunión de los otros creyentes.

GI.: ¿Estás insinuando que la Santa Iglesia se equivoca en su proceder? ¡Otra afirmación más en el camino de la herejía, ya estoy sospechando que puedes ser un infiltrado del enemigo.

E.: ¡No, su excelencia! ¡No!, lo único que hago es plantear dudas legítimas, nada más.

GI.: La duda nunca es legítima, dudar es una herramienta del diablo, hay que creer lo que la Santa Iglesia dice, cualquier manifestación de duda, es simplemente, un camino de sufrimiento y angustia. ¡Pobres de las almas que dudan de sus dirigentes! ¡Hay de aquellos que ponen en duda la labor de nosotros, los ungidos del Señor, mejor les sería que tomaran piedras y las ataran a su cuello, como dice nuestro santísimo Señor!

E.: ¿No dijo eso Jesús en otro contexto? Refiriéndose a….

GI.: ¡Qué sabes tú! Ignorante, ¿cuántos años estuviste en el Seminario? ¿Cómo me vas a enseñar a mí Tomás de Torquemada, nombrado por los novilísmos reyes de la corona española, confesor de la Reina. ¿Quién eres tú para poner en duda mis palabras?

E.: Seguramente nadie, pero creo que tengo derecho a preguntar.

GI.: ¡Qué derecho ni qué cuarto! Estás hablando conmigo sólo por mi misericordia, porque me he dignado a entablar un diálogo contigo, nada más, ¿qué te crees?

E.: Está bien excelencia, perdóneme si he puesto en duda algo, no ha sido mi intención, es sólo que a veces pienso que hay cosas que no entiendo.

GI.: ¡Déjate de pensar! ¡No pienses! Ese es tu primer error. Déjanos a nosotros, tus padres espirituales, que pensemos por ti. Deja a la Santa Iglesia que guie tu alma confundida a los pies del santísimo Señor. No preguntes, no indagues, no averigües, no investigues, no permitas que malos pensamientos ronden tu mente. Deja tu mente pura, genuinamente ingenua, para que en la pureza de tu mente, podamos guiarte en el gran barco de la iglesia. Nosotros, los sacerdotes, tus pastores, tenemos el timón del barco. Tú, relájate, descansa, sólo piensa que nosotros te guiaremos hasta los pies del magnífico Jesucristo. Esa tarea es nuestra, la tuya sólo creer, no pensar. ¿Entiendes?

E.: (Con un rostro confundido, sólo mueve la cabeza en señal de aceptación).

GI.: ¿Tienes alguna pregunta?

E.: En realidad tengo varias más, pero hay una que me inquieta en sobremanera. ¿Por qué a quienes han sido acusados de herejía, y luego de haber confesado incluso, los envían a la hoguera?

GI.: Muy simple, por dos razones, porque la Santa Palabra dice que el fuego purifica, así que nosotros los purificamos mediante el fuego para librar su alma. En realidad les hacemos un favor, los enviamos al paraíso antes de tiempo, no como nosotros, los pobres desdichados que tenemos que quedarnos aquí, deberían estar agradecidos de nosotros, por el favor que les hacemos. En segundo lugar, usamos ese método para que el pavor haga que otros se alejen de los caminos de la herejía, es un buen disuasivo, esas pobres almas, que nada saben, si entienden el miedo, así que mediante esa herramienta tan útil ellos pueden ser preservados para el día glorioso del Señor.

E.: Muchas gracias, ha sido muy iluminador.

GI.: De nada hijo, de nada. Me alegro que entres en la vía de la cordura y la verdad, que no es otra que la que la Iglesia pregona.


© Dr. Miguel Ángel Núñez. Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor.

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