No son violentos, pero les gusta el chisme

Dr. Miguel Ángel Núñez


Alguien me dijo hace unos días:

—No son violentos, son tranquilos, pero les gusta el chisme. No quisiera ser blanco de sus ataques verbales, son de temer.

Me quedé pensando en la frase: “No son violentos, pero les gusta el chisme”.


Después de reflexionar creo que en realidad es una frase equivocada y falaz. La violencia tiene muchas caras y el chisme es una de las formas más sutiles de la violencia. En muchos sentidos, porque la persona que es atacada es ignorante de los ataques y porque además, no tiene ninguna posibilidad de defenderse de personas que acometen a mansalva.

Los chismes destruyen la honra de las personas. Hacen pasto de sus cualidades personales, porque en el ataque lo único que se destaca son las características “negativas” que nadie se da el trabajo de confirmar o rebatir, porque, en realidad el chisme entretiene en cambio, la verdad suele aburrir a los chismosos, y eso lo saben bien los mal intencionados, los que con cobardía siembran sospechas sobre la honorabilidad de otros, y lo hacen aun sabiendo que mienten o que no han confirmado lo que dicen.

Tengo la peor de las opiniones de los chismosos. Creo que son una raza que hace mucho daño. Que se congracia con la información sesgada y que esconde en la proliferación de chismes sus miedos y conflictos internos.

Las frases más utilizadas por el chisme son:

·         Escuché…
·         Me dijeron…
·         Supe…
·         De buena fuente me informaron…
·         El otro día escuché…
·         Tengo entendido que…

Podríamos seguir y la lista sería interminable de eufemismos, expresiones al paso, palabras sin intención pero que culminan en lo mismo: En hablar mal de otros o de expresarse en términos peyorativos, despectivos o simplemente, gozándose en dar información que no saben si es o no cierta.

Quienes más me impactan con el chisme son las personas que se dicen religiosas. Los que no entienden que la maledicencia es un pecado, tan grave como el asesinato. Un religioso chismoso se descalifica a sí mismo como modelo de Cristo.

A menudo los principios señalados en Mateo 18 son olvidados en medio de la mezquindad que supone hablar de otro de una manera egoísta y maldiciente.

No hay que equivocarse, una persona que propaga un rumor o se congracia con los chismes es peligrosa. Hoy habla de una persona, probablemente ajena a nosotros, mañana hablará sin desparpajo de nosotros. Son personas a las que no se les puede confiar ni la sombra, también hablarían mal de ella, si pudieran.

El chisme suele ser deporte nacional en algunos lugares, la parada obligada de todas las conversaciones, la sutil diferencia entre una persona con principios y alguien que hace del chisme el comienzo de sus diálogos.

Lo más dramático del chisme es la cadena dañina que ocasiona y cómo se van acumulando informaciones sesgadas al paso. Con el correr de los días se le agregan elementos que hacen más complejo el rumor, porque es difícil establecer qué es verdad y qué es mentira. Por una extraña razón, por lo demás, la gente tiende a recordar más lo negativo que lo positivo. Alguien puede haber vivido décadas de acciones positivas, pero basta un chisme para sembrar de dudas toda la vida de una persona.

El chisme puede consistir en una simple crítica hasta el invento de una historia compleja en relación a una determinada persona a la que se quiere dañar. En muchos sentidos el chisme cambia la realidad y la distorsiona, lamentablemente, una vez que se propaga el chisme es difícil medir sus efectos y escapar a sus consecuencias que en muchos casos son impredecibles. Lo único que se tiene certeza es que daña no sólo a la persona de quien se habla sino a quienes los propagan y a quienes lo reciben. En todos los casos se convierte en una forma falaz de comunicación que termina por contaminar las relaciones interpersonales.

Todo chisme siempre colinda con la difamación y la injuria, primas hermanas de una situación que no tiene más mérito que dar un poco de entretenimiento a personas que de otro modo se quedarían en la inopia del aburrimiento.

No se van acabar los chismosos, pero al menos podríamos parar sus efectos no dejando que el chisme continúe. Antes de hablar habría que recordar las palabras del apóstol Pablo que dice:
No os engañéis: Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres (1 Cor. 15:33 RV95).

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez 

Comentarios

  1. Muy de acuerdo con Ud.
    Comparto algo intensamente personal que escribí en mi blog "Cristo Viene Hoy" con la convicción que le será de utilidad.

    http://willygrossklaus.blogspot.com/2011/02/me-robaron.html

    Bendiciones en Cristo

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  2. Ojalá esto lo leyeran todos los programas de farándula

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